La independencia de internet
Michael era un niño de nueve años muy curioso, que todos los días se paraba a mirar a su padre trabajar con el ordenador. Un día, sin pensarlo dos veces, pidió a su padre que le enseñara a utilizarlo.
Al principio Michael no hacia un uso excesivo de él, sólo lo utilizaba para buscar algunas cosas que necesitaba para los deberes del colegio. Un día al volver a casa Michael encendió el ordenador y le salió un anuncio de un juego de guerra, y él muy curioso se lo descargó al instante y empezó a jugar varías horas. Al día siguiente lo primero que hizo al regresar a casa del colegio fue encender el ordenador y ponerse a jugar, pasada una hora su padre le preguntó ¿quieres salir a jugar al parque? Michael suspiró y le contesto que no quería porque ya estaba jugando, el padre no reaccionó mal y le dejó jugando pero le advirtió que estar tantas horas delante de la pantalla no era bueno ya que eso le aislaría del resto de actividades cotidianas y le haría tener un comportamiento no adecuado debido al estrés. Michael no le hizo ni caso y siguió jugando.
Pasado unos días el niño tenía el mismo comportamiento, así que su padre preocupado se lo comentó a su mujer y juntos decidieron quitarle el ordenador durante unas semanas, para que desconectara un poco de la pantalla.
Cuando sus padres le devolvieron el ordenador Michael ya había aprendido la lección, ya no jugaba todo el día y salía con sus amigos a jugar al parque y a jugar al fútbol. Ahora Michael jugaba una hora al día.
Michael aprendió que jugar a videojuegos no es malo, pero como en todas las cosas hay que tener un límite.